Read:
Luke 2:36-38 (Psalm 42 expresses great longing and hope for God’s salvation)
Reflect:
You are never too ordinary for God’s use! Nor are you too old to celebrate and bear witness to the marvelous grace of God! There is no retirement from worship and witness. This becomes very evident in today’s passage about Anna. Luke makes special note that she was the daughter of Phanuel (unmentioned elsewhere in the Bible) and from the tribe of Asher, one of the lesser known sons of Jacob. Asher was the second son of Zilpah, Leah’s maid (Genesis 30:12-13), and as a tribe they were located in the northern region of Israel, far from Jerusalem and with minimal influence there. Furthermore, she had been a widow most of her life and, depending on how the calculations are made, she was approaching 105 years of age. That is old even by today’s standards and few of us will attain that age. Yet in spite of these “disadvantages” God continued to use her to great effect. A matter we need to explore briefly.
First off, we notice her godly devotion. She was constantly in the temple approaching the presence of her God in worship with fasting and prayer. The entreaties of her prayers included the longing for and waiting for the redemption of Jerusalem (v 38). This was similar to Simeon’s earlier waiting for the consolation of Israel (v 25). Anna’s intense desire for God to come and rescue his people drove her to worship, fasting and prayer. It is important to note that this was the context out of which God used her effectively. We should expect no less.
It is not surprising, then, that when Anna approached Simeon, Joseph, Mary and the child Jesus at that very hour (v 38), she instantly recognized the Savior who would bring about the redemption of Jerusalem. Her immediate response was to give thanks to God (v 38). Her persistent worship and prayer, surely inspired by the Spirit (though that is not mentioned), led to insight and resulted in praise. It seems to work this way regularly. When people are deeply involved in the worship of God and prayer they will be granted more insight which naturally prompts them to praise. Perhaps Anna’s gift as a prophetess grew directly out of such piety.
Anna’s worship also led to witness. Once she recognized Jesus she promptly began to speak of him to all who were waiting for the redemption of Jerusalem (v 38). She had grasped that Jesus was at the centre of that redemption and she couldn’t stop talking about him. There were others who shared her hope of redemption and she spoke to all of them about Jesus as the fulfillment of that hope. This is quite remarkable considering her age. She wanted to live to tell the story and didn’t echo Simeon’s statement that he was ready to die after seeing Jesus. Someone has said, “If you have a pulse you have a purpose.” Anna gave vigorous testimony to the advent of Jesus and its meaning to all who would listen. She celebrated and testified to the birth of the Savior.
We can learn much from Anna. First, one does not have to be a celebrity to be useful in God’s service. Secondly, age is not a barrier to honoring the Lord with one’s gifts. The form of service may change but the task does not. Thirdly, deep devotion and worship are the soil out of which spiritual insight grows and flourishes. Fourthly, witness to the redeeming grace of God in Jesus flows naturally out of a life given to loving worship of God. It is not so much a duty to be performed, but a grateful response to the experience of the Lord’s abounding grace. As Jesus himself said: for out of the abundance of the heart the mouth speaks (Matthew 12:34). May this increasingly become our own experience too.
Respond:
God grant that our response would parallel that of the early church!
And they devoted themselves to the apostles’ teaching and the fellowship, to the breaking of bread and the prayers. (Acts 2:42)
And with great power the apostles were giving their testimony to the resurrection of the Lord Jesus, and great grace was upon them all. (Acts 4:33)
Celebración de Adviento de Ana
Lea:
Lucas 2:36-38 (El Salmo 42 expresa gran anhelo y esperanza por la salvación de Dios)
Reflexione:
¡Usted nunca es demasiado ordinario para el propósito de Dios! ¡Tampoco es demasiado viejo para celebrar y dar testimonio de la maravillosa gracia de Dios! No hay retiro de la adoración y el testimonio. Esto se vuelve muy evidente en el pasaje de hoy sobre Ana. Lucas destaca especialmente que ella era hija de Fanuel (no mencionado en ninguna otra parte de la Biblia) y de la tribu de Aser, uno de los hijos menos conocidos de Jacob. Aser era el segundo hijo de Zilpa, la sierva de Lea (Génesis 30:12-13), y como tribu estaban ubicados en la región norte de Israel, lejos de Jerusalén y con mínima influencia allí. Además, había sido viuda la mayor parte de su vida y, según se hicieran los cálculos, se acercaba a los 105 años. Eso es mucho incluso para los estándares actuales y pocos de nosotros alcanzaremos esa edad. Sin embargo, a pesar de estas “desventajas”, Dios continuó usándola con gran efecto. Un asunto que necesitamos explorar brevemente.
En primer lugar, notamos su devoción piadosa. Ella estaba constantemente en el templo acercándose a la presencia de su Dios en adoración con ayuno y oración. Las súplicas de sus oraciones incluían el anhelo y la espera de la redención de Jerusalén (v 38). Esto fue similar a la anterior espera de Simeón por la consolación de Israel (v 25). El intenso deseo de Anna de que Dios viniera y rescatara a su pueblo la llevó a adorar, ayunar y orar. Es importante notar que este fue el contexto en el cual Dios la usó efectivamente. No deberíamos esperar menos.
No sorprende, entonces, que cuando Ana se acercó a Simeón, José, María y el niño Jesús en esa misma hora (v 38), instantáneamente reconoció al Salvador que traería la redención de Jerusalén. Su respuesta inmediata fue dar gracias a Dios (v 38). Su adoración y oración persistentes, seguramente inspiradas por el Espíritu (aunque eso no se menciona), llevaron a la comprensión y resultaron en alabanza. Parece funcionar de esta manera regularmente. Cuando las personas están profundamente involucradas en la adoración de Dios y la oración, se les otorgará una mayor comprensión que, naturalmente, los impulsará a alabar. Quizás el don de Ana como profetisa surgió directamente de tal piedad.
La adoración de Ana también llevó al testimonio. Una vez que reconoció a Jesús, pronto comenzó a hablar de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén (v 38). Había captado que Jesús estaba en el centro de esa redención y no podía dejar de hablar de él. Había otros que compartían su esperanza de redención, y a todos les hablaba de Jesús como el cumplimiento de esa esperanza. Esto es bastante notable teniendo en cuenta su edad. Ella quería vivir para contar la historia y no se hizo eco de la declaración de Simeón de que estaba listo para morir después de ver a Jesús. Alguien ha dicho: “Si tienes pulso, tienes un propósito”. Ana dio un vigoroso testimonio del advenimiento de Jesús y su significado a todos los que quisieran escuchar. Ella celebró y testificó del nacimiento del Salvador.
Podemos aprender mucho de Ana. Primero, uno no tiene que ser una celebridad para ser útil en el servicio de Dios. En segundo lugar, la edad no es una barrera para honrar al Señor con los dones propios. La forma de servicio puede cambiar pero la tarea no. En tercer lugar, la devoción y la adoración profundas son el suelo del cual crece y florece la comprensión espiritual. En cuarto lugar, el testimonio de la gracia redentora de Dios en Jesús fluye naturalmente de una vida entregada a la adoración amorosa de Dios. No es tanto un deber que cumplir, sino una respuesta agradecida a la experiencia de la abundante gracia del Señor. Como dijo el mismo Jesús: porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). Que esto se convierta cada vez más en nuestra propia experiencia también.
Responda:
¡Quiera Dios que nuestra respuesta sea paralela a la de la iglesia primitiva!
Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor), y a la oración. (Hechos 2:42)
Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del Señor Jesús y la gran bendición de Dios estaba sobre todos ellos. (Hechos 4:33)