Christmas

Wednesday, Pre-advent: Prophetic Hope of Advent 1

Read:

Malachi 4:5-6; Luke 1:17; Matthew 17:1-13; Mark 1:1-8; Isaiah 40:1-5

Reflect: 

John the Baptist was born six months before Jesus. Since his life was so intimately tied to that of Jesus we need to explore two key prophets who anticipated John as the forerunner of Jesus. Elijah was a sort of  “prototype” of John, and Isaiah clearly predicted John’s role as a messenger sent to prepare the way for Jesus. 

Elijah was an Old Testament prophet famous for many things, perhaps most notably for his stunning defeat of the Baal prophets (1 Kings 18), and his unusual ascent to heaven on chariots of fire (2 Kings 2). Though he did not leave us any written prophecies of the Messiah he shows up as a kind of personal prediction of the same. The prophet Malachi records God as saying: 

Behold, I will send you Elijah the prophet before the great and awesome day of the LORD comes. (Malachi 4:5).  

Then Elijah appears as the representative prophet at Jesus’ transfiguration (Matthew 17), and when the disciples ask why Elijah must come first Jesus replies that he has already come, as John the Baptist, and as a prelude to Jesus’ suffering (Matthew 17:10-13; see also 11:11-14). When the archangel Gabriel foretells John the Baptist’s birth to Zechariah he explains that John will precede Jesus in the spirit and power of Elijah (Luke 1:17). So John, though not the literal or physical Elijah, nevertheless will be Jesus’ precursor coming in the same spirit and power as Elijah. In this way the New Testament writers see Elijah (though he would not have realized it) as a personal prophetic statement that the advent of Jesus was imminent. 

Isaiah declares these memorable words of God’s comfort and promise to his people: 

3 A voice cries: “In the wilderness prepare the way of the LORD; make straight in the desert a highway for our God. 4 Every valley shall be lifted up, and every mountain and hill be made low; the uneven ground shall become level, and the rough places a plain. 5 And the glory of the LORD shall be revealed, and all flesh shall see it together, for the mouth of the LORD has spoken.” (Isaiah 40:3-5). 

Though Isaiah probably couldn’t understand the full import of his words, they anticipated a universal revelation of the glory of the Lord. John the apostle realized this when he wrote:  

And the Word became flesh and dwelt among us, and we have seen his glory, glory as of the only Son from the Father, full of grace and truth. (John 1:14).  

Mark introduces his Gospel about Jesus Christ, the Son of God, with a quotation of Isaiah’s prophecy, and directly attributes it to John the Baptist and his calling as Jesus’ predecessor (Mark 1:1-8). John will baptize the repentant with water to clear the way for Jesus who will baptize those who come to him with the transformative work of the Holy Spirit. The prophetic hope of Isaiah came to fulfillment in the advent of John and Jesus, and their ministries. 

Three things seem evident as we reflect on the prophetic service of Elijah and Isaiah. First, we need to learn to wait patiently for the fulfillment of God’s promises in a culture that craves instant gratification. Secondly, we too are part of the “long-story” of God’s redemptive work and we need to anticipate the realization of his future promises with faith and joy. Thirdly, the way God answers us may be different from what we expect. So watch for his blessings. 

Respond: 

28 Have you not known? Have you not heard? The LORD is the everlasting God, the Creator of the ends of the earth. He does not faint or grow weary; his understanding is unsearchable. 29 He gives power to the faint, and to him who has no might he increases strength. 30 Even youths shall faint and be weary, and young men shall fall exhausted; 31 but they who wait for the LORD shall renew their strength; they shall mount up with wings like eagles; they shall run and not be weary; they shall walk and not faint. (Isaiah 40:28-31). AMEN 


Esperanza profética de Adviento - 1

Lea:

Malaquías 4:5-6; Lucas 1:17; Mateo 17:1-13; Marcos 1:1-8; Isaías 40:1-5.

Reflexione:

Juan el Bautista nació seis meses antes que Jesús. Dado que su vida estuvo tan íntimamente ligada a la de Jesús, necesitamos explorar dos profetas clave que anticiparon a Juan como el precursor de Jesús. Elías era una especie de “prototipo” de Juan, e Isaías claramente predijo el papel de Juan como mensajero enviado para preparar el camino para Jesús.

Elías fue un profeta del Antiguo Testamento, famoso por muchas cosas. Quizás la más notable fue su increíble derrota a los profetas de Baal (1 Reyes 18), y su inusual ascenso al cielo en carros de fuego (2 Reyes 2). Aunque Elías no nos dejó profecías escritas del Mesías, se presenta como una especie de predicción personal del mismo. 

El profeta Malaquías registra a Dios diciendo:

»Miren, les envío al profeta Elías antes de que llegue el gran y terrible día del Señor. (Malaquías 4:5).

Luego aparece Elías como profeta representante en la transfiguración de Jesús (Mateo 17), y cuando los discípulos preguntan por qué Elías debe venir primero, Jesús responde que ya vino, como Juan Bautista, y como un preludio del sufrimiento de Jesús (Mateo 17:10-13; véase también 11:11-14). Cuando el arcángel Gabriel predice el nacimiento de Juan el Bautista a Zacarías, explica que Juan precederá a Jesús en el espíritu y el poder de Elías (Lucas 1:17). Así es que Juan, aunque no sea el Elías literal o físico, será el precursor de Jesús viniendo en el mismo espíritu y poder que Elías. De esta manera, los escritores del Nuevo Testamento ven a Elías (aunque él no se hubiera dado cuenta) como una declaración profética personal de que el advenimiento de Jesús era inminente.

Isaías declara estas palabras memorables del consuelo y la promesa de Dios a su pueblo:

3¡Escuchen! Es la voz de alguien que clama: «¡Abran camino a través del desierto para el Señor! ¡Hagan una carretera derecha a través de la tierra baldía para nuestro Dios! 4 Rellenen los valles y allanen los montes y las colinas; enderecen las curvas y suavicen los lugares ásperos. 5 Entonces se revelará la gloria del Señor y todas las personas la verán. ¡El Señor ha hablado!» (Isaías 40:3-5).

Aunque Isaías probablemente no pudo entender el significado total de sus palabras, anticiparon una revelación universal de la gloria del Señor. Juan el apóstol, se dio cuenta de esto cuando escribió:

Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre. (Juan 1:14).

Marcos inicia su Evangelio sobre Jesucristo, el Hijo de Dios, con una cita de la profecía de Isaías, y la atribuye directamente a Juan el Bautista y su vocación como predecesor de Jesús (Marcos 1:1-8). Juan bautizará con agua a los arrepentidos para preparar el camino de Jesús, quien bautizará a los que acudan a él con la obra transformadora del Espíritu Santo. La esperanza profética de Isaías se cumplió con el advenimiento de Juan y Jesús, y sus ministerios.

Tres cosas parecen evidentes cuando reflexionamos sobre el servicio profético de Elías e Isaías. Primero, debemos aprender a esperar con paciencia el cumplimiento de las promesas de Dios en una cultura que anhela la gratificación instantánea. Segundo, nosotros también somos parte de la “larga historia” de la obra redentora de Dios y debemos anticipar el cumplimiento de sus futuras promesas con fe y alegría. Tercero, la forma en que Dios nos responde puede ser diferente de lo que esperamos, así que esté atento a sus bendiciones.

Responda:

28 ¿Acaso nunca han oído? ¿Nunca han entendido? El Señor es el Dios eterno, el Creador de toda la tierra. Él nunca se debilita ni se cansa; nadie puede medir la profundidad de su entendimiento. 29 Él da poder a los indefensos y fortaleza a los débiles. 30 Hasta los jóvenes se debilitan y se cansan, y los hombres jóvenes caen exhaustos. 31 En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán. 

(Isaías 40:28-31).  

AMÉN.