Christmas

Saturday, Pre-advent: Zechariah’s Advent Surprise

Read:

Luke 1:5-23

Reflect:

Zechariah was an ordinary, every-day kind of person. He served in an order of the priesthood, with many other priests, who occasionally would be called to take part in the temple worship. His testimony was strong. Luke describes him as: righteous before God, walking blamelessly in all the commandments and statutes of the Lord. (v 6). On this occasion he was chosen by lot (no doubt guided by God’s hand) to go into the holy place of the temple to burn the prescribed incense that represented the prayers of the people waiting outside. Here was a humble person of faith, honored by the privilege accorded him, and determined to do his duty according to custom; but probably not expecting anything unusual to happen.

But it did! The angel Gabriel showed up to Zechariah’s surprise, and he was struck with fear.

Gabriel reassured him, and told him his prayers had been heard. He and his barren wife, Elizabeth, would have a son in their old age, something for which they had prayed. Gabriel described this promised son in striking terms: he will cause great joy, he will be filled with the Holy Spirit, he will turn people to the Lord, he will be a prophet like Elijah, and he will have the mission of preparing people for the coming of the Lord (vv 14-17). Zechariah had a crisis of faith. He couldn’t believe it, and blurted out: how shall I know this? (v 18). This was impossible at their old age – he needed a sign. Imagine an archangel, like Gabriel, who stands in the presence of God, in front of you promising something great and wonderful beyond your dreams; and your response is: “I don’t believe it”. Is his presence not enough of a sign? It is quite amazing that the promise was not withdrawn because of such disbelief, but that the angel limited his response to a mini-judgment on Zechariah, leaving him speechless till John was born.

Zechariah signaled mutely to the crowd curious about his overlong stay in the temple, finished his service, and went home. One wonders what his thoughts were after these events. How did he communicate with Elizabeth (perhaps he used a lot of tablets)? Did she need convincing? We do know that somewhere along the way he came to believing terms with the angel’s message because when the child was born he named him John, as per Gabriel’s instructions, and blessed God (1:63-64).

Perhaps we can benefit from Zechariah’s experience. First, ordinary people, like us, who seek to faithfully follow the Lord, guided by his Word, may have unusual and surprising encounters with God. Can you think of any? How did you respond? Secondly, God will not abandon us if we lapse into some disbelief. For example, have you ever questioned whether you are truly God’s child and that he actually cares for you? Listen to 1 John 3:1: See what kind of love the Father has given to us, that we should be called children of God; and so we are. Believe the truth that you are God’s child, not the lies of your feelings. Thirdly, we need to place our trust fully in God, that he will keep his promises, even if they seem impossible. Believe him, and don’t question his integrity by asking for more signs.

Respond:

We affirm our trust in the Lord, who reveals himself in his Word, the way the Psalmist did.

7 The law of the LORD is perfect  reviving the soul; the testimony of the LORD is sure, making wise the simple; 8 the precepts of the LORD are right, rejoicing the heart; the commandment of the LORD is pure, enlightening the eyes; 9 the fear of the LORD is clean,

enduring forever; the rules of the LORD are true, and righteous altogether. 10 More to be desired are they than gold, even much fine gold; sweeter also than honey and drippings of the honeycomb. 11 Moreover, by them is your servant warned; in keeping them there is great reward. …14 Let the words of my mouth and the meditation of my heart be acceptable in your sight, O LORD, my rock and my redeemer. (Psalm 19:7-11, 14)


Sorpresa de Adviento de Zacarías

Lea:

Lucas 1:5-23

Reflexione:

Zacarías era una persona común y corriente. Sirvió en una orden del sacerdocio, con muchos otros sacerdotes, que ocasionalmente serían llamados a participar en el culto del templo. Su testimonio fue fuerte. Lucas lo describe como: justo ante Dios, andando irreprensiblemente en todos los mandamientos y estatutos del Señor. (v6). En esta ocasión fue elegido por sorteo (sin duda guiado por la mano de Dios) para ir al lugar santo del templo a quemar el incienso prescrito que representaba las oraciones del pueblo que esperaba afuera. He aquí una persona humilde de fe, honrada por el privilegio que se le concedió y decidida a cumplir con su deber según la costumbre; pero probablemente no esperaba que sucediera nada inusual.

¡Pero algo sucedió! El ángel Gabriel apareció para sorpresa de Zacarías, y este se asustó.

Gabriel lo tranquilizó y le dijo que sus oraciones habían sido escuchadas. Él y su esposa estéril, Elizabeth, tendrían un hijo en su vejez, algo por lo que habían orado. Gabriel describió a este hijo prometido en términos impactantes: causará gran alegría, será lleno del Espíritu Santo, convertirá a las personas al Señor, será un profeta como Elías, y tendrá la misión de preparar a las personas para la venida del Señor (vv 14-17). Zacarías tuvo una crisis de fe. No podía creerlo, y se preguntó: ¿cómo voy a saber esto? (v 18). Esto era imposible en su vejez: necesitaba una señal. 

Imagina un arcángel como Gabriel, que se para en la presencia de Dios, frente a ti prometiéndote algo grande y maravilloso más allá de tus sueños; y tu respuesta es: “No me lo creo”. ¿No es su presencia suficiente señal? Es bastante sorprendente que la promesa no se haya retirado debido a tal incredulidad, sino que el ángel limitó su respuesta a un mini-juicio sobre Zacarías, dejándolo sin palabras hasta que nació Juan.

Zacarías hizo una señal en silencio a la multitud curiosa por su larga estadía en el templo; terminó su servicio y se fue a casa. Uno se pregunta cuáles fueron sus pensamientos después de estos eventos. ¿Cómo se comunicaba con Elizabeth (quizás usó muchas tabletas)? ¿Necesitaba que la convencieran? Sabemos que en algún momento del camino llegó a creer en el mensaje del ángel porque cuando nació el niño, lo llamó Juan, según las instrucciones de Gabriel, y bendijo a Dios (1:63-64).

Quizás podamos beneficiarnos de la experiencia de Zacarías. Primero, la gente común como nosotros, que buscamos seguir fielmente al Señor guiados por su Palabra, podemos tener encuentros inusuales y sorprendentes con Dios. ¿Puede pensar en alguno? ¿Cómo respondió? Segundo, Dios no nos abandonará si caemos en alguna incredulidad. Por ejemplo, ¿alguna vez se ha preguntado si realmente es un hijo de Dios y si Él realmente se preocupa por usted? Mire lo que dice 1 Juan 3:1: Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos!. Crea en la verdad de que es hijo de Dios, no en las mentiras de sus sentimientos. Tercero, debemos confiar plenamente en Dios, quien cumplirá sus promesas aunque parezcan imposibles. Créale, y no cuestione su integridad pidiendo más señales.

Responda:

Afirmamos nuestra confianza en el Señor que se revela en su Palabra, como lo hizo el salmista.

7 Las enseñanzas del Señor son perfectas; reavivan el alma. Los decretos del Señor son confiables; hacen sabio al sencillo. 8 Los mandamientos del Señor son rectos; traen alegría al corazón. Los mandatos del Señor son claros; dan buena percepción para vivir.

9 La reverencia al Señor es pura; permanece para siempre. Las leyes del Señor son verdaderas; cada una de ellas es imparcial. 10 Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro. Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal. 11 Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen… 14 Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh Señor, mi roca y mi redentor.

(Salmo 19:7-11, 14)