Christmas

Day 4: The Advent of John the Baptist

Read:

Luke 1:57-66

Reflect:

The birth of a baby is cause for joy at any time. This was particularly so in the case of John because his birth came as a welcome surprise. Luke tells us his parents were old and Elizabeth was barren (v 7). They had continued to pray for a child (v 13), perhaps hoping that they would experience a miracle like Abraham and Sarah had in their advanced years. And now it had happened and their rejoicing was great (vv 57-58). This part of the advent story has a number of details of special note.

Our attention is first drawn to the fact that God is compassionate. Elizabeth, her neighbors and relatives all recognized that the Lord had shown great mercy to her (v 58). John’s birth was a gift from God and cause for much joy. Perhaps they were reminded of Psalm 127:3;          

Behold, children are a heritage from the LORD, the fruit of the womb a reward.

Zechariah, no doubt also rejoiced, but his expression of it was still muted. It is common human experience to be delighted at the birth of a child, but John’s birth is a reminder that all children come as a gift from God, and are to be welcomed as such.

Next we observe that both Elizabeth and Zechariah “bucked” traditional cultural norms and family pressure in naming the child (vv 59-63). The angel Gabriel had said the boy should be called John (v 13) and they obeyed, despite resistance from relatives and the expectations of neighbors. Zechariah, who had initially expressed some disbelief of the angelic promise and was struck dumb (vv 18-20), now wrote on a tablet: His name is John (v 63). A good reminder that through some tough love and the patient mercy of God people can be reclaimed.

As soon as Zechariah wrote the name John he was “unmuted” and spoke out a blessing to God (v 64). We will consider the content of that blessing (vv 67-79) in the following reflection. For now it is important to recognize that Zechariah did not hold any bitterness toward God for the inconvenience of being rendered speechless for nine months. Rather, his heart was filled with praise to the Lord that his promises had come true. John had been born and would fulfill the special ministry to which God had called him.

The response of the neighbors and others in the hill country of Judea (vv 65-66) is quite illuminating. There was fear (perhaps a sense of awe and reverence); there was a lot of talk about the meaning of these unusual events; there was a sense of mystery about it all that caused them to ponder in their hearts what John would turn out to be. Though the text does not tell us directly, it seems to imply that this “wondering” about John lasted a long time as they watch him grow up. One thing, however, was clearly observed: the hand of the Lord was with him (v 66). So how would God use him to fulfill his purposes?

How might the events around John’s birth instruct us? First, we grieve over a culture that tolerates the termination of the lives of many unborn children and carries the guilt of parental child abuse. We work and pray that every child, born or unborn, would be valued and protected. Secondly, we strive to obey God over human laws and traditions if they are found to be in conflict. Thirdly, we praise our God even if we have come through tough times or are in the middle of difficult experiences. Fourthly, we rejoice when God reclaims people, watching for the way he places his hands on us and others for his service and glory. Praise be to God who shows great mercy and redemptive power!

Respond:

Worship the Lord with the words of the Psalmist David.

1 I will bless the LORD at all times; his praise shall continually be in my mouth. 2 My soul makes its boast in the LORD; let the humble hear and be glad. 3 Oh, magnify the LORD with me, and let us exalt his name together! (Psalm 34:1-3)


El adviento de Juan el Bautista

Lea:

Lucas 1:57-66

Reflexione:

El nacimiento de un bebé es motivo de alegría en cualquier momento. Esto fue así particularmente en el caso de Juan, porque su nacimiento fue una grata sorpresa. Lucas nos dice que sus padres eran ancianos y que Isabel era estéril (v 7). Continuaron orando por un hijo (v. 13), tal vez con la esperanza de experimentar un milagro como el que tuvieron Abraham y Sara en su avanzada edad. Y ahora había sucedido y su alegría era inmensa (vv 57-58). Esta parte de la historia del advenimiento tiene una serie de detalles de especial interés.

Nuestra atención se dirige primero al hecho de que Dios es compasivo. Isabel, sus vecinos

y todos los familiares reconocieron que el Señor le había mostrado gran misericordia (v 58). El nacimiento de Juan fue un regalo de Dios y fue motivo de mucha alegría. Tal vez se acordaron del Salmo 127:3: Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte.

Zacarías, sin duda, también se regocijó, pero su expresión aún estaba apagada. Es una experiencia humana común alegrarse por el nacimiento de un niño, pero el nacimiento de Juan es un recordatorio de que todos los niños vienen como un regalo de Dios y deben ser bienvenidos como tales.

A continuación, observamos que tanto Isabel como Zacarías “rechazaron” las normas culturales tradicionales y la presión familiar al nombrar al niño (vv 59-63). El ángel Gabriel había dicho que el niño se llamaría Juan (v 13) y ellos obedecieron, a pesar de la resistencia de los familiares y las expectativas de los vecinos. Zacarías, quien inicialmente había expresado cierta incredulidad de la promesa angelical y se quedó mudo por eso (vv 18-20), ahora escribe en una tablilla: Su nombre es Juan (v 63). Un buen recordatorio de que a través de un poco de amor fuerte y la misericordia paciente de Dios, las personas pueden recuperarse. 

Tan pronto como Zacarías escribió el nombre de Juan, recuperó la voz y pronunció una bendición a Dios (v 64). Consideraremos el contenido de esa bendición (vv 67-79) en la siguiente reflexión. Por ahora es importante reconocer que Zacarías no guardaba ningún rencor hacia Dios por la molestia de quedarse sin palabras durante nueve meses. Más bien, su corazón se llenó de alabanza al Señor porque sus promesas se habían hecho realidad. Juan había nacido y cumpliría el ministerio especial al que Dios lo había llamado.

La respuesta de los vecinos y otras personas en la región montañosa de Judea (vv 65-66) es muy esclarecedora. Había miedo (quizás una sensación de asombro y reverencia); se habló mucho sobre el significado de estos hechos insólitos; había una sensación de misterio en todo ello que les hizo reflexionar en sus corazones en lo que llegaría a ser Juan. Aunque el texto no nos lo dice directamente, parece implicar que este “maravillarse” acerca de Juan duró mucho tiempo mientras lo veían crecer. Sin embargo, se observó claramente una cosa: la mano del Señor estaba con él (v 66). Entonces, ¿cómo lo usaría Dios para cumplir sus propósitos?

¿Cómo podrían instruirnos los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Juan? Primero, lamentemos una cultura que tolera la terminación de la vida de muchos niños por nacer, y carga con la culpa del abuso infantil por parte de los padres. Trabajamos y oremos para que cada niño, nacido o por nacer, sea valorado y protegido. Segundo, esforcémonos por obedecer a Dios por encima de las leyes y tradiciones humanas si estas se encuentran en conflicto. Tercero, alabemos a nuestro Dios incluso si hemos pasado por momentos difíciles o estamos en medio de experiencias fuertes. Cuarto, regocijémosnos cuando Dios llama a las personas, mirando la forma en que pone sus manos sobre nosotros y sobre los demás para su servicio y gloria. ¡Alabado sea Dios que muestra su gran misericordia y poder redentor!

Responda:

Adore al Señor con las palabras del Salmista David.

1 Alabaré al Señor en todo tiempo; a cada momento pronunciaré sus alabanzas. 2 Solo en el Señor me jactaré; que todos los indefensos cobren ánimo. 3 Vengan, hablemos de las grandezas del Señor; exaltemos juntos su nombre. (Salmo 34:1-3)