Christmas

Day 21 / Fourth Sunday in Advent: The Advent of Jesus 3

Read:

John 1:1-18

Reflect:

Who is this Jesus? In striking fashion John opens his Gospel by declaring that Jesus is the Word. What might this mean? Perhaps a brief exploration of the Word will lead us to the very heart of who Jesus is, and what he has done for us.

Words are powerful. As we all know from experience, words of sarcasm, hate and lies can cause deep hurt and lasting pain. Once uttered, words cannot be retrieved, though they can be repented of and hopefully forgiven. On the other hand, words of comfort, love and truth can bring help, healing and encouragement into difficult situations and build healthy relationships. Though invisible and untouchable, words are more than meaningless expulsions of air. When they strike our ears they create realities that are either destructive or life-giving. They communicate harm or health, and whether we like it or not, they affect us deeply. Words are so powerful because they are personal. They express what is in our hearts and minds. Our innermost wishes and intentions come to light in what we say and that makes our words intensely personal. They come from our person and have profound effect on the persons they address.

With all this in mind it is not surprising that John speaks of Jesus as the Word. The Word is a person and has always existed with God (as the second person of the Trinity); in fact, he is declared to be God himself (vv 1-2). He is the eternal, powerful creator of all that has come into existence (v 3), which is so eloquently expressed in Psalm 33:6, 9:

6 By the word of the Lord the heavens were made, and by the breath of his mouth all their host…9 For he spoke, and it came to be; he commanded, and it stood firm.

This Word is also the very source of life, which is described as the light of consciousness given to all humans (v 4). Without this light of life all humanity would lie in perpetual unconscious darkness, but the light of life (as light always does) has overcome that unliving darkness (v 5). We live because the Word is life-giving. But as the true light (v 9) it has the further redemptive purpose of coming into the world to give fallen humanity the opportunity to become true children of God (vv 9-13). The Word which gave us conscious life can also make people spiritually alive. As the apostle Paul states so succinctly: if anyone is in Christ, he is a new creation (2 Corinthians 5:17). The Word became flesh (incarnate) so that people might experience God’s amazing grace and recognize his unchanging truth (v 14). All it takes is to receive him as the Word (v 12). The astonishing truth is that the Word has revealed the invisible God to humanity (v 18). To see Jesus is to see the Father! As Jesus at a later point said to Philip: Whoever has seen me has seen the Father (John 14:9).

Who is Jesus? He is the Word; the eternal God who created all things, giving conscious life to people and the offer of spiritual renewal. In love he became human and revealed the very nature of a gracious God to people.

So we pause in amazed wonder that Jesus, the Word, would stoop from his divine glory to care for us; that he who created us with natural life would also freely offer us renewed spiritual life by his grace. We bow in worship of the Word who condescended from his heavenly throne to become human for our salvation. May we see him afresh this advent season in his self-sacrificing glory and welcome him into our lives.

Respond:

Thank God that:

16 …from his fullness we have all received, grace upon grace. 17 For the law was given through Moses; grace and truth came through Jesus Christ. 18 No one has ever seen God; the only God, who is at the Father’s side, he has made him known. (John 1:16-18)


El advenimiento de Jesús - 3

Lea:

Juan 1:1-18

Reflexione:

¿Quién es este Jesús? De manera llamativa, Juan abre su Evangelio declarando que Jesús es la Palabra. ¿Qué podría significar esto? Tal vez una breve exploración de la Palabra nos lleve al corazón mismo de quién es Jesús y lo que ha hecho por nosotros.

Las palabras son poderosas. Como todos sabemos por experiencia, las palabras de sarcasmo, odio y mentiras pueden causar un dolor profundo y duradero. Una vez pronunciadas, las palabras no se pueden recuperar, aunque se puede arrepentir y, con suerte, perdonar. Por otro lado, las palabras de consuelo, amor y verdad pueden brindar ayuda, curación y aliento en situaciones difíciles y construir relaciones saludables. Aunque invisibles e intocables, las palabras son más que expulsiones de aire sin sentido. Cuando golpean nuestros oídos, crean realidades que son destructivas o dadoras de vida. Comunican daño o salud, y nos guste o no, nos afectan profundamente. Las palabras son tan poderosas porque son personales. Expresan lo que está en nuestros corazones y mentes. Nuestros deseos e intenciones más íntimos salen a la luz en lo que decimos y eso hace que nuestras palabras sean intensamente personales. Vienen de nuestra persona y tienen un profundo efecto en las personas a las que se dirigen.

Con todo esto en mente, no sorprende que Juan hable de Jesús como la Palabra. El Verbo es una persona y siempre ha existido con Dios (como la segunda persona de la Trinidad); de hecho, se declara que es Dios mismo (vv 1-2). Él es el eterno y poderoso creador de todo lo que ha llegado a existir (v 3), lo cual se expresa de manera tan elocuente en el Salmo 33:6, 9:

6 El Señor tan solo habló y los cielos fueron creados.

Sopló la palabra, y nacieron todas las estrellas… 9 Pues cuando habló, el mundo comenzó a existir; apareció por orden del Señor.

Esta Palabra es también la fuente misma de la vida, que se describe como la luz de la conciencia dada a todos los humanos (v 4). Sin esta luz de vida, toda la humanidad estaría en perpetua oscuridad inconsciente, pero la luz de vida (como siempre lo hace la luz) ha superado esa oscuridad sin vida (v 5). Vivimos porque la Palabra es dadora de vida. Pero como la luz verdadera (v 9) tiene el propósito redentor adicional de venir al mundo para dar a la humanidad caída la oportunidad de convertirse en verdaderos hijos de Dios (vv 9-13). La Palabra que nos dio vida consciente también puede dar vida espiritual a las personas. Como dice el apóstol Pablo de manera tan sucinta: si alguno está en Cristo, nueva criatura es (2 Corintios 5:17). El Verbo se hizo carne (encarnado) para que la gente pudiera experimentar la asombrosa gracia de Dios y reconocer su verdad inmutable (v 14). Todo lo que se necesita es recibirlo como la Palabra (v 12). La asombrosa verdad es que la Palabra ha revelado al Dios invisible a la humanidad (v 18). ¡Ver a Jesús es ver al Padre! Como Jesús en un momento posterior le dijo a Felipe: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (Juan 14:9).

¿Quién es Jesús? Él es la Palabra; el Dios eterno que creó todas las cosas, dando vida consciente a las personas y la oferta de renovación espiritual. En el amor se hizo humano y reveló la naturaleza misma de un Dios misericordioso a la gente.

Así que nos detenemos asombrados de que Jesús, la Palabra, se rebaje de su gloria divina para cuidar de nosotros; que el que nos creó con vida natural, nos ofrezca gratuitamente también vida espiritual renovada por su gracia. Nos inclinamos en adoración al Verbo que condescendió desde su trono celestial a hacerse humano para nuestra salvación. Que podamos verlo de nuevo en esta temporada de Adviento en su gloria abnegada y darle la bienvenida a nuestras vidas.

Responda:

Gracias a Dios que:

16 De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. 17 Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios. (Juan 1:16-18)