Day 7: Coping with Tragedy

Read:

Matthew 27:57-66; Mark 15:42-47; Luke 23:50-56; John 19:38-42

Reflect:

What do you do when tragedy strikes? There can be no doubt that Jesus’ followers were devastated by his death. Their hopes had been so closely tied to him and his promises, and now to their shock and horror it had all vanished. What were they to do? Their reactions differed greatly. Most of Jesus’ closest disciples had fled when he was arrested (Matthew 26:56) and were probably in hiding. Peter left the scene in bitter distress after denying Jesus and likely joined the other disciples (Matthew 26:69-75). There were others, however, who ran the risk of caring for Jesus’ body with proper burial customs. To these brave folk we turn our attention.

Joseph of Arimathea was a rich man and a respected member of the Jewish Council (the Sanhedrin). He had not agreed with the Council’s decision to execute Jesus, since as a good, righteous (just) man, looking for the arrival of God’s kingdom, he had become a follower of Jesus. Out of fear of his fellow Jews he had kept his commitment to Jesus a secret. But now, he mustered up courage to ask Pilate for the body, and along with Nicodemus (another secret disciple) he arranged for the burial of Jesus. He paid for all the necessary interment spices, wrapped Jesus in linen cloths, and laid him in his own newly-cut tomb. The first response of Joseph and Nicodemus to the tragedy of Jesus’ death was to do the right and necessary thing – give him a proper burial. Their grief, and maybe even sense of regret that they had not defended Jesus openly, must have been profound. There is no indication that they actually expected Jesus to rise from the dead in three days as he had promised. Their hopes and dreams were shattered. So they did the best they could by giving him a respectable burial.

The women who had watched Jesus’ cruel death reacted in a way similar to that of Joseph and Nicodemus. Their hopes and expectations were crushed also. They (Mary Magdalene and Mary, mother of Joses, receive special mention) took note where Jesus’ body was placed and then went about preparing more spices which they would use to embalm Jesus after the Sabbath. They were certainly not expecting the resurrection of Jesus when they went to care for his body the next day. Under such sad circumstances they did what was appropriate according to Jewish burial customs, no doubt with tears and much lamentation. Luke (23:56) notes that they quietly rested on the Sabbath as God’s law prescribed. One can only imagine the distress they felt as they participated in normal Sabbath worship while mourning the death of their beloved Master.           

Coping with tragedy is always hard. One should never minimize the shock, pain and distress that it brings, for such reactions are real and to be expected. The situation is further complicated when the disaster also includes the loss of all hope. This is the trauma the followers of Jesus experienced when he died. How could a dead person be the true Messiah, the one who was to deliver the people? Their hopes were dashed.

And yet, we can learn from the way these people responded to the tragedy in their lives. First, they chose to do the right thing in the face of great loss. Jesus was dead and they showed him much respect by preparing a proper burial for him. Grief did not stop them from doing what was necessary. Secondly, they did not withdraw into themselves but continued in the normal rhythms of life. They made sure Jesus was interred before the Sabbath, and they observed the usual Sabbath rites of rest and worship. Though the agony of their loss was intense and would not be gone for a long time, they took these first steps in facing their tragedy head on with courage and faithful worship of their God. No doubt, so should we!

Respond:

In whatever difficulties we experience it is always appropriate to turn to the God who helps.

1 I lift up my eyes to the hills. From where does my help come? 2 My help comes from the LORD, who made heaven and earth. (Psalm 121:1-2)


Hacer frente a la tragedia

Leer:

Mateo 27:57-66; Marcos 15:42-47; Lucas 23:50-56; Juan 19:38-42

Reflexionar:

¿Qué haces cuando ocurre una tragedia? No puede haber duda de que los seguidores de Jesús quedaron devastados por su muerte. Sus esperanzas habían estado estrechamente ligadas a él y sus promesas, y ahora, para su sorpresa y horror, todo se había desvanecido. ¿Qué iban a hacer? Sus reacciones diferían mucho. La mayoría de los discípulos más cercanos de Jesús habían huido cuando lo arrestaron (Mateo 26:56) y probablemente estaban escondidos. Pedro abandonó la escena amargamente angustiado después de negar a Jesús y probablemente se unió a los otros discípulos (Mateo 26:69-75). Hubo otros, sin embargo, que corrieron el riesgo de cuidar el cuerpo de Jesús con las debidas costumbres funerarias. A estas valientes personas dirigimos nuestra atención.

José de Arimatea era un hombre rico y un miembro respetado del Consejo Judío (el Sanedrín). No había estado de acuerdo con la decisión del Concilio de ejecutar a Jesús, ya que como hombre bueno, recto (justo), esperando la llegada del reino de Dios, se había hecho seguidor de Jesús. Por temor a sus compañeros judíos, había mantenido en secreto su compromiso con Jesús. Pero ahora, se armó de valor para pedirle a Pilato el cuerpo, y junto con Nicodemo (otro discípulo secreto) hizo arreglos para el entierro de Jesús. Pagó todas las especias necesarias para el entierro, envolvió a Jesús en lienzos de lino y lo puso en su propia tumba recién excavada. La primera respuesta de José y Nicodemo a la tragedia de la muerte de Jesús fue hacer lo correcto y necesario: darle una sepultura adecuada. Su dolor, y tal vez incluso el sentimiento de arrepentimiento por no haber defendido a Jesús abiertamente, debe haber sido profundo. No hay indicios de que realmente esperaran que Jesús resucitara en tres días como había prometido. Sus esperanzas y sueños se hicieron añicos. Así que hicieron lo mejor que pudieron para darle un entierro respetable.

Las mujeres que habían presenciado la cruel muerte de Jesús reaccionaron de manera similar a la de José y Nicodemo. Sus esperanzas y expectativas también fueron aplastadas. Ellas (María Magdalena y María, madre de José, reciben una mención especial) tomaron nota de dónde se colocó el cuerpo de Jesús y luego se dedicaron a preparar más especias que usarían para embalsamar a Jesús después del sábado. Ciertamente no esperaban la resurrección de Jesús cuando fueron a cuidar su cuerpo al día siguiente. En tan tristes circunstancias hicieron lo que correspondía según las costumbres funerarias judías, sin duda con lágrimas y mucho lamento. Lucas (23:56) señala que descansaron tranquilamente el sábado como prescribía la ley de Dios. Uno solo puede imaginar la angustia que sintieron mientras participaban en la adoración normal del sábado mientras lloraban la muerte de su amado Maestro.

Hacer frente a la tragedia siempre es difícil. Uno nunca debe minimizar la conmoción, el dolor y la angustia que trae, ya que tales reacciones son reales y esperables. La situación se complica aún más cuando el desastre incluye también la pérdida de toda esperanza. Este es el trauma que experimentaron los seguidores de Jesús cuando murió. ¿Cómo podía ser un muerto el verdadero Mesías, el que iba a librar al pueblo? Sus esperanzas se desvanecieron.

Y, sin embargo, podemos aprender de la forma en que estas personas respondieron a la tragedia en sus vidas. Primero, eligieron hacer lo correcto frente a una gran pérdida. Jesús estaba muerto y le mostraron mucho respeto al prepararle un entierro apropiado. El dolor no les impidió hacer lo que era necesario. En segundo lugar, no se encerraron en sí mismos sino que continuaron con los ritmos normales de la vida. Se aseguraron de que Jesús fuera enterrado antes del sábado y observaron los ritos habituales de descanso y adoración del sábado. Aunque la agonía de su pérdida fue intensa y no desaparecería por mucho tiempo, dieron estos primeros pasos para enfrentar su tragedia con valentía y adoración fiel a su Dios. Sin duda, ¡nosotros también deberíamos!

Responder:

En cualquier dificultad que experimentemos, siempre es apropiado acudir al Dios que ayuda.

1 Levanto la vista hacia las montañas; ¿viene de allí mi ayuda? 2 ¡Mi ayuda viene del Señor,

quien hizo el cielo y la tierra! (Salmo 121:1-2 (NTV))