Read:
Reflect:
Listening for, and responding to, the voice of the Holy Spirit is very important. It does not happen automatically, but requires reflection, prayer and genuine openness to his leading. We’ve already suggested that Elizabeth did this when she went into seclusion (vv 24-25; see the devotional, Elizabeth’s Advent Joy). Most likely she and Zechariah had long discussions on the prophetic meaning of her pregnancy, and must have often wondered how the Lord would appear for whom their son was to prepare the way (v 17). Luke gives us no indication that they were aware of Mary’s pregnancy and the divine promise that she would give birth to the Messiah, Jesus. Nevertheless, Elizabeth was likely anticipating, praying, and waiting expectantly that over time things would become clearer. Surely God would make it known.
It is no surprise, then, that when Mary showed up at her door and greeted her, she was filled the Holy Spirit and received a revelation. [Somewhat amusingly, the pre-born baby “kick-started” Elizabeth’s loud cry (v 41), and she understood it as: the baby in my womb leaped for joy (v 44). We may not be able to explain how a baby in the womb could know anything and show joy, but I suspect it was prompted by the Spirit to help Elizabeth understand.] Her outburst:
42 …Blessed are you among women, and blessed is the fruit of your womb!…45 And blessed is she who believed that there would be a fulfillment of what was spoken to her from the Lord.
unveils several significant things about a person filled with the Holy Spirit. Look at Elizabeth’s response.
First, she pronounced a divine blessing on Mary for her unique privilege among women, and on the special child she was bearing (v 42). Her immediate impulse was to acknowledge the God who blesses, and to think of others who were blessed. She did not focus on her own experience of being filled by the Spirit. Mary and the unborn child were uppermost in her thoughts. She applauded Mary for her faith that the Lord would fulfill what he had promised (v 45); even though her unusual pregnancy might raise embarrassing questions and involve shame for her (see vv 34-38). Elizabeth’s self-effacing humility and care for others is a true mark of being filled with the Holy Spirit.
Secondly, she regarded her experience as a profound gift from God. She didn’t deny the genuineness of what was revealed to her but wondered out loud: why is this granted to me that the mother of my Lord should come to me? (v 43). The privilege she had did not “go to her head”. She recognized it as a gift (granted) of God, and that the baby in Mary’s womb was actually her Lord. The honor she felt standing face to face with her younger relative who was bearing the Master of the Universe struck her with incredulous awe. All she could think of doing was to burst forth in praise and blessing. That’s what Spirit-filled people do!
Elizabeth can teach us several things. First, listen for the Spirit through meditation on God’s Word and watchful prayer. Secondly, prepare beforehand to give God all the glory, and use the guidance of his Spirit to serve others. Thirdly, recognize that the prompting of the Spirit is a divine gift to be humbly received and obeyed. Fourthly, share with others what the Spirit reveals and rejoice in the wonders God performs.
Respond:
Prayerfully consider this description of filling with the Spirit:
18 …be filled with the Spirit, 19 addressing one another in psalms and hymns and spiritual songs, singing and making melody to the Lord with your heart, 20 giving thanks always and for everything to God the Father in the name of our Lord Jesus Christ, 21 submitting to one another out of reverence for Christ. (Ephesians 5:18-21)
Bendición de Adviento de Isabel
Lea:
Lucas 1:39-45
Reflexione:
Escuchar y responder a la voz del Espíritu Santo es muy importante. No sucede automáticamente, sino que requiere reflexión, oración y una genuina disposición a su dirección. Ya hemos sugerido que Isabel hizo esto cuando entró en reclusión (vv 24-25; lea el devocional: “Adviento de alegría de Isabel”). Lo más probable es que ella y Zacarías hayan tenido largas discusiones sobre el significado profético de su embarazo, y deben haberse preguntado a menudo cómo aparecería el Señor, para quien su hijo iba a preparar el camino (v 17). Lucas no nos da ninguna indicación de que ellos estuvieran al tanto del embarazo de María, y de la promesa divina de que ella daría a luz al Mesías, Jesús. Sin embargo, es probable que Elizabeth estuviera anticipándose, orando y esperando que con el tiempo las cosas se aclararan. Seguramente Dios lo daría a conocer.
No sorprende, entonces, que cuando María apareció en su puerta y la saludó, fue llena del Espíritu Santo y recibió una revelación. [De manera un tanto divertida, el bebé no nacido “impulsó” el fuerte llanto de Elizabeth (v 41), y ella lo entendió como: el bebé saltó de alegría en mi vientre (v 44). Tal vez no podamos explicar cómo un bebé en el útero puede saber algo y mostrar alegría, pero sospecho que fue impulsado por el Espíritu para ayudar a Elizabeth a entender].
Su respuesta: “42 …¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y tu hijo es bendito!… 45 Eres bendita porque creíste que el Señor haría lo que te dijo” revela varias cosas significativas acerca de una persona llena del Espíritu Santo. Mira la respuesta de Elizabeth.
Primero, pronunció una bendición divina sobre María por su privilegio único entre las mujeres, y sobre el hijo especial que estaba dando a luz (v 42). Su impulso inmediato fue reconocer al Dios que bendice y pensar en otros que fueron bendecidos. Ella no se enfocó en su propia experiencia de ser llena por el Espíritu. María y el niño por nacer ocupaban los primeros lugares en sus pensamientos. Ella aplaudió a María por su fe en que el Señor cumpliría lo que había prometido (v 45); a pesar de que su embarazo inusual podría generar preguntas embarazosas e implicar vergüenza para ella (ver vv 34-38). La humildad de Isabel y su cuidado por los demás es una verdadera señal de estar llena del Espíritu Santo.
En segundo lugar, consideró su experiencia como un profundo don de Dios. Ella no negó la autenticidad de lo que le había sido revelado sino que se preguntó en voz alta: ¿Por qué tengo este honor, que la madre de mi Señor venga a visitarme? (v 43). El privilegio que tenía no “se le subió a la cabeza”. Ella lo reconoció como un regalo (concedido) de Dios, y que el bebé en el vientre de María era en realidad su Señor. El honor que sintió al estar cara a cara con su pariente más joven que llevaba al Amo del Universo, la golpeó con un asombro increíble. Todo en lo que podía pensar, era en estallar en alabanza y bendición. ¡Eso es lo que hacen las personas llenas del Espíritu!
Isabel nos puede enseñar varias cosas. Primero, escuche el Espíritu a través de la meditación en la Palabra de Dios y la oración vigilante. Segundo, prepárese de antemano para darle a Dios toda la gloria y use la guía de su Espíritu para servir a los demás. Tercero, reconozca que la inspiración del Espíritu es un don divino que debe ser humildemente recibido y obedecido. Cuarto, comparta con los demás lo que el Espíritu revela y regocíjese en las maravillas que Dios realiza.
Responda:
Considere en oración esta descripción de la “llenura del Espíritu”:
18 …sean llenos del Espíritu Santo 19 cantando salmos e himnos y canciones espirituales entre ustedes, y haciendo música al Señor en el corazón. 20 Y den gracias por todo a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 21 Es más, sométanse unos a otros por reverencia a Cristo. (Efesios 5:18-21)