Day 8: Jesus, Emmanuel – God with Us!

Read:

Matthew 1:18-25; John 14:15-21

Reflect:

The birth of Jesus was quite ordinary; the way mothers normally give birth to babies. It was his conception that was miraculous. Twice we are told that Mary’s pregnancy was from the Holy Spirit (vv 18, 20), and there was no human father involved. So who was this Jesus? Obviously he was human because his parents held a baby in their arms. On the other hand, the Spirit’s involvement would suggest deity in his nature. The Council of Chalcedon (451 AD) rightly concluded that he was “perfect in Godhead and also perfect in manhood; truly God and truly man.” This reality, though full of mystery to our understanding, is stated most memorably by the apostle John.

And the Word became flesh and dwelt among us, and we have seen his glory, glory as of the only Son from the Father, full of grace and truth. (John 1:14)

We have before us then a divine/human person unique in all of history.

Joseph was told to call his name Jesus (v 21). The name Jesus is derived from the Hebrew “Yeshua”, meaning "to deliver; to rescue; to save.” Similar to the Joshua of Old Testament renown who brought Israel into the promised land, so this Jesus will deliver his people from their personal and communal sins and bring them into the marvelous glories of the age to come. This salvation is deeply personal and wonderfully expressed in John 3:16:

For God so loved the world, that he gave his only Son, that whoever believes in him should not perish but have eternal life.

However, salvation also has global and cosmic dimensions in which God intends to reclaim, restore, transform and even transcend this fallen creation into a new heaven and earth reality. We can catch a glimpse of this in the marvelous vision of Revelation 21:

1 Then I saw a new heaven and a new earth, for the first heaven and the first earth had passed away,…5 And he who was seated on the throne said, “Behold, I am making all things new.”

Truly, Jesus is our Savior in the most comprehensive sense!

As the prophet Isaiah had foretold, his name was also to be Immanuel …God with us (v 23). Joseph was expected to recognize that when he looked into the face of baby Jesus he was gazing at the face of God. God had arrived in the person of Jesus. For us today Jesus/God’s presence is mediated through the Holy Spirit as Jesus promised in John 14:16-18:

16 And I will ask the Father, and he will give you another Helper, to be with you forever,

17 even the Spirit of truth,…18 I will not leave you as orphans; I will come to you.

It is a marvel indeed to realize that God has chosen to be present with us through the Spirit he sent as a down payment/guarantee of an inheritance yet to come (Ephesians 1:13-14). This will come to full and glorious realization in the new heaven and earth promised in Revelation 21:3

Behold, the dwelling place of God is with man. He will dwell with them, and they will be his people, and God himself will be with them as their God.

We have great reason to rejoice in the birth of Jesus. First, God has provided us with a sufficient Savior to remove our sins and to establish a firm hope for the future. Secondly, he has assured us of his constant presence for our journey through this life as his disciples. Thirdly, he has promised us an eternal home in the new heaven and earth with his immediate presence.

Respond:

We praise God for providing a Savior from whose love nothing can separate us.

37 No, in all these things we are more than conquerors through him who loved us. 38 For I am sure that neither death nor life, nor angels nor rulers, nor things present nor things to come, nor powers, 39 nor height nor depth, nor anything else in all creation, will be able to separate us from the love of God in Christ Jesus our Lord. (Romans 8:37-39)


Jesús, Emmanuel – ¡Dios con Nosotros!

Lea:

Mateo 1:18-25; Juan 14:15-21

Reflexione:

El nacimiento de Jesús fue bastante ordinario; la forma en que las madres normalmente dan a luz a los bebés. Fue su concepción la que fue milagrosa. Dos veces se nos dice que el embarazo de María fue del Espíritu Santo (vv 18, 20), y que no hubo ningún padre humano involucrado. Entonces, ¿quién era este Jesús? Obviamente era humano porque sus padres sostenían un bebé en sus brazos. Por otro lado, la participación del Espíritu sugeriría deidad en su naturaleza. El Concilio de Calcedonia (451 dC) concluyó correctamente que él era “perfecto en Deidad y también perfecto en humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.” Esta realidad, aunque llena de misterio para nuestro entendimiento, es declarada de la manera más memorable por el apóstol Juan.

Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre. (Juan 1:14)

Tenemos entonces ante nosotros una persona divina/humana única en toda la historia.

A José se le dijo que le pusiera por nombre Jesús (v 21). El nombre Jesús se deriva del hebreo “Yeshua”, que significa “entregar, rescatar, salvar”. Similar al renombrado Josué del Antiguo Testamento que llevó a Israel a la tierra prometida, este Jesús librará a su pueblo de sus pecados personales y colectivos y los llevará a las maravillosas glorias de la era venidera. Esta salvación es profundamente personal y maravillosamente expresada. en Juan 3:16:

Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Sin embargo, la salvación también tiene dimensiones globales y cósmicas en las que Dios tiene la intención de reclamar, restaurar, transformar e incluso trascender esta creación caída a una nueva realidad de cielo y tierra. Podemos vislumbrar esto en la maravillosa visión de Apocalipsis 21:

1 Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar... 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: «¡Miren, hago nuevas todas las cosas!».

¡Verdaderamente, Jesús es nuestro Salvador en el sentido más completo!

Como había predicho el profeta Isaías, su nombre también sería Emanuel... Dios con nosotros (v 23). Se esperaba que José reconociera que cuando miraba el rostro del niño Jesús, estaba mirando el rostro de Dios. Dios había llegado en la persona de Jesús. Para nosotros hoy, la presencia de Jesús/Dios es mediada por el Espíritu Santo como Jesús prometió en Juan 14:16-18:

16 Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor, quien estará con ustedes para siempre. 17 Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad... 18 no los abandonaré como a huérfanos; vendré a ustedes.

Es verdaderamente maravilloso darse cuenta de que Dios ha elegido estar presente con nosotros a través del Espíritu que envió como pago inicial/garantía de una herencia por venir (Efesios 1:13-14). Esto llegará a una realización plena y gloriosa en el cielo y la tierra nuevos prometidos en Apocalipsis 21:3.

¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos.

Tenemos una gran razón para regocijarnos en el nacimiento de Jesús. Primero, Dios nos ha provisto un Salvador capaz de quitar nuestros pecados y establecer una esperanza firme para el futuro. En segundo lugar, nos ha asegurado su presencia constante en nuestro caminar por esta vida como discípulos suyos. En tercer lugar, nos ha prometido un hogar eterno en el cielo y la tierra nueva con su presencia inmediata.

Responda:

Alabamos a Dios por darnos a un Salvador de cuyo amor nada puede separarnos.

37 Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. 38 Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. 39 Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Romanos 8:37-39)